La anomia boba de unos cuantos

anomia boba
lunes 16 de marzo de 2020.
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La anomia boba. Así definió Carlos Nino , en los primeros años noventa, a esa peculiar forma de ser del argentino, que se cree más vivo que el resto violentando las normas, o ignorándolas, sin saber que más temprano que tarde esa actitud lo juega en contra. A él y a todos, por supuesto.

En eso andan muchos argentinos. Los soberbios, los irresponsables, los bobos que rompen la cuarentena porque total, ellos no contagian y si contagian que se joroben los otros. Caso extremo el del “loco”, en palabras de Alberto Fernández , que fajó a trompadas al empleado de seguridad que le advirtió que no podía salir de su edificio si acababa de volver de un viaje. La respuesta para estos bobos es obvia: la ley, el orden . El “loco” pagará con una causa penal y seguramente una condena.

Vivimos un montón de discusiones en estos días. Si viajar o no el subte, cómo trabajar, si ir hasta el súper a comprar por las dudas, si jugar un picado de fútbol el fin de semana, si dejar que los chicos vayan a la plaza con sus amigos. Junto a los bobos, están lo más atrevidos y los más cautos. Algunos van hasta el límite de lo tolerado y otros evitan cualquier contacto humano y se encierran y aíslan a sus hijos. La discusión no debería ser tal. Hay que hacer lo que está permitido y recomendado. Y no hacer lo que no se puede o lo que no se recomienda. Tan simple como cumplir la ley o las normas que se vayan dictando desde el poder. Pero al mismo tiempo tan complejo, porque esto es Argentina y desconfiamos del poder. La anomia boba, decía Nino, era sobre todo del poder. ¿Y si Alberto y Ginés hacen las cosas mal? ¿Y si no ven que esto es una catástrofe peor que la pintan? ¿Y si exageran? ¿Por qué confiar en hombres de traje que suelen defraudarnos?

Carlos Nino era abogado. Fue asesor de Alfonsín en asuntos de Derechos Humanos y uno de los primeros en pensar la reforma de la Constitución, que no llegó a ver. Creía que, básicamente, no se era demócrata solo por nacer o vivir en democracia. Así como las leyes no democráticas suponían un mal de origen, las leyes democráticas no garantizaban democracia. Lo que nos hace demócratas es cumplir las normas . Nos cuesta, lo sabemos. Sobre todo porque miramos para arriba y vemos dirigentes que habitan la ilegalidad, vemos jueces que no ejercen Justicia, vemos legisladores que ni siquiera legislan. En la Argentina premian a los bobos, casi siempre.

Pero no es en medio de una crisis cuando eso se pone en juego, ni la anomia un camino mejor al de la desobediencia. Hoy es tiempo de recordar que no puede haber sociedad sin respeto por el otro . Que las acciones individuales son las que rigen la acción colectiva. Y que romper las normas solo pueden conducirnos a la auto frustración. Pensemos si no en el loco del edificio. Ahí anda ahora en boca de todos, rehén de su propia estupidez. Curiosamente, es posible que el papelón lo haya salvado de algo peor, como contagiar a familiares y amigos. Pero claro, nadie aprende cuando ya se las sabe todas.


Nota publicada en el diario La Nación del lunes 16 de enero de 2020 – https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-anomia-boba-cuantos-nid2343727

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